Nos encontramos, pues, con el hecho de que determinados
individuos, que, como productores, actúan de un determinado modo, contraen
entre sí estas relaciones sociales y políticas determinadas. La observación
empírica tiene necesariamente que poner de relieve en cada caso concreto,
empíricamente y sin ninguna clase de falsificación, la trabazón existente entre
la organización social y política y la producción. La organización social y el
Estado brotan constantemente del proceso de vida de determinados individuos;
pero de estos individuos, no como puedan representarse ante la imaginación
propia o ajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal y como actúan y
como producen materialmente y, por tanto, tal y como desarrollan sus
actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones materiales,
independientes de su voluntad.
La producción de las ideas y representaciones,
de la conciencia, aparece al principio directamente entrelazada con la
actividad material y el comercio material de los hombres, como el lenguaje de
la vida real. Las representaciones, los pensamientos, el comercio espiritual de
los hombres se presentan todavía, aquí, como emanación directa de su comportamiento
material. Y lo mismo ocurre con la producción espiritual, tal y como se
manifiesta en el lenguaje de la política, de las leyes, de la moral, de la
religión, etc. (Marx,1990)
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